mic
mic_off
Historia: Birgit Ellefsen
Ilustración: Manuel Tudela
Emil estaba a punto de darle un mordisco a un pequeño choclo que sostenía entre sus dedos, cuando vio que en la mazorca se dibujaba la figura de una niña angustiada.

Con gran sorpresa miró que los granos y la chala de aquel pequeño maíz formaban el rostro, cabello y túnica de una niña que parecía tener la misma edad que él. Emil pensó que aquella visión era producto de su imaginación, pero una lágrima cristalina resbaló por la mejilla de aquella niña triste.

¿Puedo ayudarte? –le preguntó un poco incrédulo.
mic
mic_off
En ese instante Emil sintió que su cuerpo flotaba y se vio transportado a un sembradío de secos maizales. No había tenido tiempo de mirar aquel desolado paraje cuando oyó el desconsolado llanto de una niña. Empezó a buscar de dónde provenía aquel lamento y vio a la niña de rostro triste y túnica colorida.

¿Qué pasa? –le preguntó Emil amistosamente.

La niña lo miró sin miedo, como si lo hubiera estado esperando.

-Este año no ha llovido por aquí y el maíz se ha secado –le dijo entre sollozos.
¡Qué pena! –dijo Emil, es mi comida favorita.

- También la nuestra -dijo la niña. Es el alimento diario aquí en tierra Maya.

Emil abrió sus ojos sorprendido. –¿Maya dijiste? ¿Dónde estoy? ¿Cómo te llamas?


Se le arremolinaron las preguntas…
mic
mic_off
- Estás en tierra Maya, dijo la niña ya más serena, en la Península de Yucatán en el año 800 de nuestro sagrado calendario lunar. Yo te llamé porque soñé que un niño de los Andes me visitaría para ir al templo del dios del maíz para invocar que llueva.

Emil sintió que una corriente eléctrica le recorría todo su cuerpo. Él había estudiado sobre los Mayas en colegio y sabía que el maíz fue una planta de Mesoamérica.


También había soñado con sus pirámides y con los bellos rostros alargados de sus habitantes, adornados con penachos de plumas.


En esa pausa pensativa se dio cuenta que él había hablado castellano y la niña en mayaquiché y se habían entendido perfectamente, porque los niños tienen el don de la amistad que los hace universales.
mic
mic_off
Me llamo Yalit –le dijo la niña, significa flor de maíz. Tenemos que alejarnos de estos secos cultivos y cruzar la selva espesa de árboles tupidos para llegar al centro ceremonial de Tikal donde te presentarás ante el sumo sacerdote.

A mí me dicen Emil de la selva, dijo el pequeño muy entusiasmado, y he librado muchas batallas contra fieras y reptiles y una aventura como esta ha sido vaticinada en los oráculos mayas.

Como si sus cortos ocho años cabrían a cabalidad en aquel gran destino, cogió una vara que la atravesó como arma en su cinto y, escoltando a la que había nombrado como su princesita maya, empezó a caminar a paso firme por la senda de aquella insólita aventura.
Yalit y Emil caminaron por la selva que se abría antes sus pequeños y decididos pasos. En aquella espesura se filtraban grandes rayos de luz como lanzas doradas. Una sinfonía silvestre de cánticos de pájaros y silbidos de monos acompañaba a los niños dándoles coraje mientras un manto oscuro cayó sobre la selva y una luna dulcemente les sonreía.
mic
mic_off
En aquel paraje de ensueño Emil sintió un suave cosquilleo en sus pies que lo despertó. Era un cachorro de jaguar quien lo olfateaba con curiosidad.

Apresurado despertó a Yalit quien también asombrada se puso a jugar con tan inesperada visita. Pasaron las horas nocturnas jugando con aquel cachorro de ojos de luna.

Al amanecer cuando los niños habían caído rendidos entregados a un profundo sueño, el jaguar salió de la carpa sigilosamente hasta perderse en la espesura de los árboles.
Exhaustos de tanto caminar, se tendieron a descansar en una improvisada carpa con dos camitas que armaron con frondosas hojas , cubiertos como si fueran diminutos insectos.

El bullicio de la noche se hizo más intenso cuando se unió a esta sinfonía silvestre los zumbidos de insectos y los rugidos de fieras que fueron creando imágenes fantásticas en el sueño de la niña Maya y del niño de los Andes.
mic
mic_off
Bajaron del árbol aliviados de que la familia jaguar no los hubiera encontrado jugando bajo la carpa durante la noche. Apretaron el paso decididos a salir de la selva antes que oscurezca.

Por fin llegaron a un claro situado frente a una imponente pirámide de piedra, a Emil le hizo recuerdo a sus amadas montañas andinas.
Al día siguiente, mientras caminaban, sintieron un olor intenso parecido al de su amigo cachorro, pero más penetrante.

Se subieron a un árbol y vieron pasar por el angosto camino a la mamá jaguar con sus tres cachorros.

Se mantuvieron en tal silencio que se olvidaron de respirar y cuando vieron que ya casi los habían perdido de vista, su amigo jaguar se dio la vuelta suavemente con aquellos ojos de luna y les dirigió una cariñosa mirada.
mic
mic_off
Emil subió con entusiasmo cada peldaño dedicado a un día del año hasta llegar a la cima, desde donde contempló la belleza del centro ceremonial de Tikal y a lo lejos se veían los secos maizales. Se le escapó un suspiro y recordó su misión, giró hacia el umbral que conducía al santuario.

Reconoció al verlo de espaldas, al sumo sacerdote cubierto con una bella y colorida capa y coronado con un penacho de plumas como si fuera un Quetzal. Al sentir al niño, con voz suave de viejo le dijo:

- Te he esperado por muchas lunas, me complace tu presencia.
Emil con la espontaneidad de un niño preguntó:

- ¿Cómo puedo ayudar al pueblo Maya? Sé mucho de su cultura, fue mi tema favorito en el colegio. Sólo tiene que decirme y lo haré.

- Debes invocar al dios de la lluvia, él se ha enamorado de los Andes y se ha olvidado de las tierras mayas. Tu eres el lazo entre los valles andinos y nuestras tierras bajas resecas por su olvido.

El sacerdote dirigió la atención del niño hacia una piedra azul que sugería la belleza del sagrado lago Titicaca y, junto a ésta, había una pequeña pirámide maya.

Emil comprendió que estas las dos culturas estaban unidas por la magia de sus habitantes y sus monumentos construidos en piedra. Invocó en silencio al dios de la lluvia para recordarle que debía dejar por un tiempo los fértiles valles andinos y recorrer América del Sur hasta llegar a la Península de Yucatán, que no había recibido gota alguna desde hace más de diez lunas llenas.
mic
mic_off
Invocó con tan profundo amor en ese espacio sin tiempo, que un fuerte relámpago iluminó el cielo, seguido por un trueno que sacudió la tierra. Empezó a caer una intensa lluvia con grandes gotas que al llegar al suelo danzaba animadamente.

Emil dejó el recinto sagrado para contemplar desde la cima aquel acontecimiento jovial. Vio al pueblo Maya celebrando como si todos fueran un solo elemento, danzando con la lluvia con desbordante alegría.
El pequeño Emil cerró sus ojos agradecido, abrazó en su corazón a Yalit, su princesita maya, y se despidió con una dulce mirada del sumo sacerdote. Así, en un instante se vio transportado de regreso a su tierra, sentado ante la mesa, sosteniendo entre sus dedos una pequeña mazorca.

Pensó que todo había sido un sueño, un hermoso sueño, sin duda. Entonces vio en el choclo a su amiga Yalit, la princesita maya, quien le guiñó sonriendo dulcemente.
mic
mic_off
music_off
music_note
home {{current_slide_index}} / 09